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sábado, 6 de noviembre de 2010

R.

Querido R.,
Quisiera poder decirte cara a cara todo lo que siento, pero sinceramente, no tengo fuerzas, ya no. Y por esa razón te escribo esta carta, que seguramente jamás leerás.
Desde hace un tiempo ya no te entiendo, no se si realmente sientes algo por mí o si simplemente estás jugando, me gustaría creerte cuando me dices que quieres estar conmigo, pero ya me resulta imposible, ya no soy capaz de creerte, de hecho, ya no soy capaz de creer a nadie. ¿Sabes? Pensé, me convencí, de que contigo sería distinto, que tú serías esa persona especial capaz de cambiarme la vida y que no me haría daño, pero como he podido comprobar, me he equivocado, otra vez, y te aseguro que me duele. ¿Sabes lo que más me duele? El hecho de que sepas lo mal que me encuentro (no mientas, lo sabes) y que no hagas nada para remediarlo, ni una llamada, nada, absolutamente nada. Me duele ver que todo el mundo se preocupa menos tú, me duele oir que todos me digan que me aleje de tí, que no harás más que herirme y que no cambiarás, pero lo peor de todo, es que soy incapaz de dejarte, porque... porque en el fondo te quiero demasiado, y te diría que aunque pasasen mil años yo estaría aquí esperándote con una sonrisa. Soy incapaz de dejarte, porque cada vez que me lo propongo apareces, con esa adorable sonrisa, me abrazas, me besas, con tu ternura y tus bonitas palabras me haces olvidar todo lo malo, y allí es cuando vuelvo a caer, cuando vuelves a enamorarme por completo, hasta que unos días después vuelves a hacerme sufrir, y así, siempre la misma historia.
No imaginas como te extraño cada vez que no estás a mi lado, no imaginas lo que daría por que sonara ahora mismo mi teléfono y oir tu dulce voz al otro lado de la línea, lo que daría por recibir un mensaje que me demuestre que en realidad tú también piensas en mí, no imaginas...
Con cariño,
V.

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